Charming empty street in Santiago, Chile, showcasing classic architecture under a clear sky.

Hablar de obra nueva en Euskadi, y en Bizkaia en particular, implica enfrentarse casi de inmediato a un problema estructural: la escasez de suelo finalista. Es una situación que afecta tanto a grandes promotoras como a iniciativas más locales, y que condiciona directamente el volumen de nuevas viviendas que se pueden construir cada año.

El primer obstáculo es de definición. No todo suelo urbanizable está realmente disponible para promover. Muchas veces se trata de suelos en fase de planeamiento, pendientes de gestión o con tramitaciones congeladas desde hace años. El suelo finalista, es decir, aquel que ya cuenta con ordenación detallada y está listo para construir, es escaso y muy cotizado.

Entre las principales causas están los planes urbanísticos desactualizados, la complejidad de los procesos administrativos y, en ocasiones, la falta de alineación entre propietarios del suelo y ayuntamientos. A esto se suma la fragmentación del suelo en múltiples manos y la dificultad para desarrollar actuaciones integradas sin consensos amplios. En definitiva, muchos suelos están «atascados» en trámites que no avanzan.

También hay un componente político y social. En algunos municipios, la presión vecinal o la sensibilidad ambiental ralentizan o paralizan desarrollos previstos. Esto obliga a las promotoras a mirar con más lupa cada ubicación y a contar con estrategias de gestión que contemplen estos factores desde el principio.

Pero no todo son malas noticias. Existen soluciones que, con tiempo y visión, permiten desbloquear situaciones aparentemente inamovibles. Una de las más efectivas es contar con un socio experto en gestión urbanística, como Grupo Iparbaiw: alguien que conozca los procedimientos, sepa negociar con los diferentes actores implicados y acompañe a la promotora desde la identificación de la parcela hasta la obtención de licencias.

Otras estrategias útiles incluyen detectar suelo con potencial de desarrollo antes de que llegue al mercado abierto, implicarse en procesos de revisión del planeamiento urbanístico y participar activamente en el desarrollo de unidades de actuación. La clave está en anticiparse y entender que el valor no está solo en el suelo, sino en la capacidad de transformarlo.

En un mercado tan limitado como el de Bizkaia, quien domine la gestión del suelo tiene una ventaja competitiva real. Identificar oportunidades ocultas, interpretar correctamente los tiempos administrativos y saber desbloquear suelo «durmiente» es, hoy más que nunca, un factor diferencial.

Por eso, frente al mito de que «ya no queda suelo para promover», la realidad es otra: sí hay oportunidades, pero están donde sólo algunos saben mirar. Y ahí, una buena estrategia de gestión urbanística puede marcar la diferencia entre quedarse fuera del mercado o liderarlo.

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